Plaguicidas
El término plaguicida o pesticida engloba todos aquellos productos químicos utilizados para prevenir, controlar o destruir plagas. En la agricultura se utilizan herbicidas (para eliminar maleza o plantas invasoras), insecticidas (para eliminar insectos), fungicidas (para eliminar hongos), nematocidas (para eliminar gusanos), rodenticidas (para eliminar roedores) y moluscidas (para eliminar caracoles). En el mundo se utilizan más de mil plaguicidas para evitar que las plagas estropeen o destruyan los alimentos. Cada plaguicida tiene efectos toxicológicos distintos pero todos provocan consecuencias ambientales y repercuten de manera importante en la calidad del agua.
Un ejemplo concreto de lo anterior es el controversial glifosato, el principio activo de numerosos herbicidas comerciales. El glifosato tiene un papel muy importante en la agricultura; sin embargo, es innegable el efecto que tiene sobre ecosistemas e insectos como las abejas, que son esenciales para polinizar cientos de cultivos. Además, numerosos estudios demuestran su toxicidad en células humanas por lo que en 2015 la OMS lo ha clasificó como “probablemente cancerígeno”.
La toxicidad de un plaguicida depende de su función y de otros factores. Por ejemplo, los insecticidas suelen ser más tóxicos para el ser humano que los herbicidas. Además, el mismo producto puede causar efectos distintos en función de la dosis. Otro factor importante es la vía por la que se produce la exposición, ya sea ingestión, inhalación o contacto directo con la piel. Las personas que corren mayor riesgo son aquellas que están directamente expuestas a los plaguicidas, como los trabajadores agrícolas y quienes viven en áreas que reciben este tipo de controles químicos. La población general también está expuesta a plaguicidas ya que éstos pueden estar presentes de forma residual en los alimentos y el agua que ingieren.